Recuerdos salesianos
Soy Aurelio
Moreno Fernández, se puede decir que mi vida ha sido salesiana, salesiana.
Entré en el
colegio en el curso 60/61, mis padres se habían venido a vivir a escasos metros
del colegio, en ese curso cumplí los seis años, estaba de director D. Antonio
Moreno Ordóñez; estuve en el colegio hasta los trece años, momento en el que me
trasladé dos cursos a los salesianos de Pedro Abad y posteriormente uno más a
los salesianos de Córdoba; tras realizar tres años de carrera, tuve la suerte y
el honor de entrar a trabajar como
profesor en el colegio y ahí he permanecido durante 45 años hasta mi
jubilación. En la actualidad sigo íntimamente ligado a la Familia Salesiana a
través de la Asociación de Antiguos Alumnos y Cofradía. Me siento enormemente
orgulloso y agradecido a los salesianos de poder presentar esa trayectoria.
Los
recuerdos que tengo del colegio en mi infancia son innumerables, además de las
clases, a diferencia de otros lugares, aquí había infinidad de actividades,
grandes patios para el recreo, y para jugar después de las clases hasta que nos
echaban a nuestra casa o venía nuestra madre a buscarnos, reloj no teníamos, lo
único que nos orientaba en la hora era el estómago vacío o que se hiciera de
noche. Los fines de semana también estaban las puertas abiertas, creo que era
el sábado por la tarde cuando veníamos a ver la tele, y las célebres “filminas
de D. Bosco”. El domingo, eucaristía, campeonatos deportivos, juegos, y por la
tarde “la Bendición” y el cine.
En los
veranos no cesaba la actividad, asistí a varios campamentos en la Virgen de
Veredas y Virgen de Luna, los organizaba D. Antonio Jiménez, ¡¡qué poco
necesitábamos para pasárnoslo bien ¡¡ A la vuelta el oratorio, juegos sencillos
pero entretenidos, el sello en el carnet, y los vales para la feria.
Lo que menos
me gustaba del colegio en ingreso y bachillerato, era tener que ir a
examinarnos a final de curso a Peñarroya, años después aquí en Pozoblanco. Te jugabas la
asignatura en un examen, por otra parte tenía la ventaja de que nuestros profesores nos exigían más en el día a día.
De toda
aquella etapa, ¿con qué me quedo? Como cualquier chaval a esa edad yo era una “esponja” y como me
sentía a gusto, me dejaba empapar de ese ambiente salesiano cargado de valores
humano/cristianos. Esa esponja recibió una gran dosis de abono y semilla
durante los dos años que estuve en la casa de formación de Pedro Abad, allí el
ambiente era mucho más intenso, y aunque
era aún muy joven (yo diría que aún niño), el terreno quedó sembrado y abonado
para empezar a germinar en otros ambientes.
Como decía al principio, con diecinueve años
comencé a trabajar de profesor en el colegio, muy joven aún, pero cargado de
ilusión, el ambiente y valores
salesianos, ahora se vivían desde
otra perspectiva, seguí viviéndolos con intensidad, ahora con la
responsabilidad directa de tener que trasmitirlos.
Con la
asociación de Antiguos Alumnos, tuve contacto al regresar de mis estudios en
Córdoba y comenzar a trabajar en el colegio. En la junta directiva había
algunos conocidos y colaboré con ellos en muchas actividades, Romerías de la
Familia Salesiana, Fiestas de la Unión, Oratorio, montaje de pasos en la Cofradía,
etc. Algunas de éstas tareas las iba encadenando de unas legislaturas a otras
aunque no perteneciese de hecho a la directiva. En el coro de AA.AA también he
estado desde su fundación hasta hace un par de años que por motivo de pérdida
de audición tuve que abandonar.
Aprovecho la
ocasión que me da esta colaboración, para animar a todos los asociados y
simpatizantes a personarse por los locales de la Asociación, ninguno somos
imprescindible, pero todos somos necesarios; tras nuestra etapa escolar una de
las opciones que tenemos para mantener vivo ese
espíritu salesiano que entonces vivimos es mantenernos unidos, eso lo
podemos hacer a través de la Asociación.
Para
terminar, sólo me queda agradecer a todos y cada uno de los salesianos y
profesores que se implicaron en mi
formación, a mis compañeros de estudios,
a mis compañeros de trabajo, alumnos, asociados AA. AA, cofrades y demás
miembros de la Familia Salesiana que han
compartido conmigo los valores salesianos. Estoy convencido de que lo poco o
mucho que tengo de buena persona, en gran parte se lo debo a ellos.
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