ANTIGUOS ALUMNOS SALESIANOS POZOBLANCO
Buenos días a todos.
La semana pasada nuestro amigo Alberto me propuso, a través de WhatsApp, escribir un artículo para la revista CAMINANDO, de la Asociación de antiguos alumnos y alumnas de Don Bosco de Pozoblanco.
En el mismo instante que lo leí, ¡qué ilusión y cuántas emociones en sólo unos segundos, cuántos recuerdos, qué años aquellos de la EGB y de todo lo que le siguió, qué añoranza! No voy a negar que en el tiempo que he escrito estas líneas, y como no podía ser de otra manera, se me ha escapado más de una lágrima. Es lo que tiene traer al momento presente tantas emociones y vivencias.
Como muchos de vosotros sabéis, y no soy el único, mi actividad profesional me ha llevado a vivir fuera de nuestro querido pueblo. Aunque mantengo todo el contacto que puedo, mi día a día no está aquí, por lo que los recuerdos se hacen aún más intensos.
Al rememorar mi paso por los Salesianos, que siento que aún continúa, es para mí una obligación el agradecer a esta institución, a este colegio, a todas esas personas que han formado parte de él, y que aún continúan en la “brecha”, todo lo que hicieron y siguen haciendo por nosotros ¡Cuánto bien hacéis! GRACIAS, muchas gracias de todo corazón, ánimo a los que estáis ahora, no cedáis en el empeño, que nunca desaparezca este espíritu que tanto bien ha proporcionado.
Un bien que se recuerda con un cariño y un respeto infinitos. Ese paso por la EGB, ese día de María Auxiliadora, esa Semana Santa con la Borriquita, con nuestro Cristo del Perdón y nuestra Señora de la Amargura, a cuya procesión, en cincuenta años sólo he faltado por esta pandemia, siguiendo los pasos de mi abuelo, la adoración transmitida por mi padre y la laboriosidad de mi madre y mis tías que tanto a mí como a mis hermanas, y tras ellas mis hijos y todos mis sobrinos, siempre nos han tenido los trajes y túnicas dispuestos para la procesión.
¡Y qué me decís del Oratorio Salesiano! Eso sí que no tiene precio. No hay palabras. Todo un pueblo con sus agregados, atendidos durante el verano en un ambiente que cualquiera querría para sus hijos. Creo que valoramos lo que tenemos.
¿Sabéis lo primero que nos refirió mi hermano tras una visita a Italia? “Hemos estado en la casa donde vivió Don Bosco”
¡Mira que hay cosas que referir de Roma, Florencia, Nápoles, …! Pues no, la casa de Don Bosco ¡Qué huella nos ha dejado!
Pero fueron los ocho años de la EGB los que me hicieron merecedor, me otorgaron este título que con tanto orgullo porto. Antiguo Alumno Salesiano.
¡Ese primer curso con Don Domingo! Comienza el disfrute de los recuerdos, aunque también la pena por los que ya no están. Pocas son las imágenes que puedo recuperar de ese año. Sí de nuestro profesor, el primero de los Salesiando, al que mi padre siempre le tuvo reverencia por haber contribuido a educar y formar a sus hijos. Un saludo Don Domingo.
¡Qué puedo deciros de Don Alfonso, y de las cuentas que hacíamos antes de salir de clase! Si me he llevado bien con los números, creo que él tuvo bastante que ver con eso, aunque también algún que otro día sentí en la mano el rigor de su formación. Siempre que veo a sus hijos lo recuerdo. No se exactamente si al mayor le he referido alguna vez el cariño que le tenía a su padre, al que como a todos, le debo muchísimo. Valgan estas líneas en señal de afecto y agradecimiento.
¿Sabéis quien se me cruzó delante mientras esperaba en el semáforo de las cuatro esquinas cuando llegaba al pueblo el último fin de semana que estuve, con su barba cada vez más blanca y su chándal? En ningún momento voy a decir que este profesor fue mejor ni peor que aquel otro, ya que para mí, de verdad, todos fueron excepcionales, y las diferencias sólo las asigno o lo distintos que somos las personas, pero Don José Antonio, bueno, como los demás, fue excepcional. Parece que lo estoy escuchando cómo nos explicaba en ciencias los hombres prehistóricos: “Historias de Pepito y Nicolás, de cómo inventaron el fuego”. Del deporte, los que os llevábais bien con la pelota, ¡qué os voy a contar, y cómo os admiraba, ya que yo era bastante malo sobre todo al fútbol! ¡Y la rondalla, y los sábados tocando en la misa! De eso sí que me he aprovechado. Nunca he dejado de disfrutar de la guitarra.
Quinto curso, Don Rafael, que en paz descanse. Buen matemático, y excelente profesor. Creo que conforme crecemos, nuestra capacidad de sentir afecto aumenta, y con Don Rafael, con su capacidad de identificarse con nosotros, lo sentí especialmente. Para haberlo tenido sólo un año, ¡de cuantas de sus clases, anécdotas, enseñanzas, me acuerdo!
No sitúo exactamente el año en que comenzamos a dar inglés. Analizándolo desde la perspectiva de los años, me siento muy afortunado de haber tenido a Don Luis de Profesor, con el cual mantengo algo de contacto. Agradecimiento, aparte de recuerdos inolvidables de aquellos años.
Y la parte central de la segunda etapa, sexto curso, séptimo y octavo, Don Francisco, un profesor muy humano, cabal y siempre en su sitio, que nos dirigió durante esa fase de la vida, unos años en los que los varones empezamos a cambiar y a ser más rebeldes. Una persona que ha influido enormemente en mi formación y a la que le tengo muchísimo cariño, lo que creo que percibe cada vez que nos encontramos.
Esos años también tuvimos a Don Diego y Don Graciano. Profesores, aunque por el azar de la vida, básicamente por las relaciones de ellos con mi padre y yo con sus hijos, los he tenido siempre más próximos, por lo que la referencia que puedo hacer de ellos la tengo condicionada por un mayor contacto. Gracias por todo.
Paco de la portería, ...
Don Jaime, Don Fausto, Don Rafael, Don Antonio Rides, Don Teodoro, …, que Dios os bendiga, porque siempre os tendrá en su gloria por el mucho bien que habéis hecho y hacéis.
A mi abuela Carmen, por cuya casa simpre pasába a dejar y recoger los libros, ya que vivíamos relativamente lejos, que desde el silencio y la prudencia, y como muchas otras mujeres de aquella generación, valoraba enormemente el colegio, tal y como lo hizo su marido.
Compañeros y amigos del curso, del colegio, del Oratorio, de la Semana Santa, fieles de María Auxiliadora, admiradores de Don Bosco y de Santo Domingo Sabio y al resto de las personas que no os he nombrado de esta maravillosa familia Salesiana: me siento muy afortunado de haber convivido con vosotros. Gracias por lo mucho que me habéis dado.
Son recuerdos de Braulio Cantero Calero, hijo de Lucas y Ángeles, y por tanto, muy personales. No obstante, cada uno tenéis los vuestros. Espero que estas líneas os ayuden a disfrutar de ellos y a sentiros orgullosos de lo que somos:
ANTIGUOS ALUMNOS Y ALUMNAS SALESIANOS
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